Mes: enero 2021

Tres niveles de conciencia estética

El filósofo mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, a quien ya he citado recientemente, señala que hay tres niveles de lo que llama «conciencia estética», es decir percepción e internalización consciente de las formas y manifestaciones que llamamos estéticas, es decir, ligadas a lo que se entiende como bello y significativo, por su puesto, en el entendido de que la belleza es siempre relativa y cultural, propia de cada sociedad, cultura y momento histórico. 

Esta conciencia se manifiesta en tres niveles: 1) conciencia de la forma que se debe dar al objeto para que produzca el efecto deseado; 2) conciencia del trabajo bien realizado, indispensable para dotar a la materia de esa forma que cumple su función mágica, simbólica o artística. Este hecho remite a su vez al dominio de la técnica, que conduce al estilo; 3) conciencia de la capacidad propia o habilidad para producir la forma adecuada, desplegando el trabajo necesario para lograr el objetivo en la comunicación. Esto se traduce en el desarrollo de los oficios.

Esta concientización surge ya en los albores de la civilización, y que la coincidencia de esos tres niveles es la que establece lo que entendemos como conciencia estética, que es transversal y diacrónica. Es por esto que aún hoy podemos apreciar belleza en las pinturas rupestres que tienen más de 40.000 años de realizadas.

Buggy, un corto de animación digital

Este video breve, de unos cinco minutos, titulado «Buggy», (algo así como Bichito), fue realizado en 2011 (hace ya 10 años), en Singapur, en la 3dsense Media School, una academia de arte y medios digitales, enfocada en Efectos Visuales, Animación, Modelado 3D,  Diseño de Conceptos e Ilustración, ubicada en ese país asiático. Este corto muestra la historia de un pequeño bicho que admira el vuelo de los grandes insectos, y lo que le sucede en un encuentro con uno de ellos. «Buggy» fue dirigido por Claudius DSouza, producción Patricia Ong, con diseño de William Kusuma y Patricia, recursos gráficos por Angela Marisi y Claudius, y animación por Vito Prasasta. Website: https://3dsense.net.

Cultura y semiótica según Eco

En La estructura ausente, de 1968, el filósofo italiano Umberto Eco (1932-2016) aborda, entre otros muchos temas ligados a la semiótica, la relación entre el campo semiótico y la cultura. Y en un apartado sobre el umbral de la semiótica, afirma:

«En la cultura cada entidad puede convertirse en un fenómeno semiótico. Las leyes de la comunicación son las leyes de la cultura. La cultura puede ser enteramente estudiada bajo un punto de vista semiótico, la semiótica es una disciplina que puede y debe ocuparse de toda la cultura».

Aquí Eco abarca tres factores, la comunicación, la semiótica y la cultura. Y si bien él hace siempre mayor énfasis en las teorías de la semiótica, no pierde de vista que ésta es comprende  elementos interconectados. 

Eso fue escrito hace más de 50 años y sigue vigente con todas estas nuevas formas de comunicación, que son vías de difusión de toda una gama de expresiones que, por ser humanas, integran nuestra cultura contemporánea.  

Estética definida por Sánchez Vázquez

En las dos publicaciones anteriores, cité al filósofo mexicano Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011), quien abordó el tópico de la estética en Invitación a la estética (1992) y propuso varias ideas interesantes para desarrollar ese tema desde el campo de la filosofía. Esta vez pongo aquí una definición que él elige para acotar la idea de estética, que ya cité anteriormente y que me parece muy interesante:

«La estética es la ciencia de un modo específico de apropiación de la realidad, vinculado con otros modos de apropiación humana del mundo, y con las condiciones históricas, sociales y culturales en que se da».

Teoría de la forma excedente (y 2)

El filósofo mexicano, Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011), en Invitación a la estética,  de 1992, propone el estudio de lo que se entiende como «Forma Excedente», para definir una teoría que explique el porqué de las expresiones estéticas en nuestros productos funcionales y culturales. La Teoría de la forma excedente dice que toda creación humana, además de servir a las necesidades para las que son realizadas, están dotadas de formas y manifestaciones adicionales que superan la misma utilidad del producto, para, de alguna manera, identificarse con todo aquello que es espiritual. 

Esta teoría sigue siendo válida hoy, descontando que hay expresiones artísticas sin función práctica, pero considerando la gran cantidad de objetos, bienes y productos que muestran una forma más allá de lo funcional. Claro, hay que partir del origen: es seguro que hubo una estrecha relación, en las culturas ancestrales, entre las formas estéticas y ornamentales y el universo mágico-religioso. Parece difícil explicarse el nacimiento de lo bello en la prehistoria sin apelar a lo sagrado, a lo simbólico. Las formas bellas no solo se proponen actuar sobre lo perceptivo sino también sobre lo real y lo irreal, buscando una influencia sobre el curso normal de la naturaleza. Esto se va a ir transformando y ampliando con el tiempo. Dice Sánchez Vázquez: 

«La relación estética surge y se desarrolla en el seno de la actividad práctico-utilitaria, en el proceso de producción de objetos que satisfacen necesidades vitales. Sólo en un proceso histórico que se afirma propiamente en el Renacimiento y culmina en nuestra época, se busca producir objetos que funcionen estéticamente de un modo exclusivo o dominante. En las revoluciones artísticas de nuestro siglo se persigue aislar lo estético de todo servicio, y darle una autonomía absoluta. Pero se trata de una aspiración imposible de cumplir… No hay una relación estética «pura», incontaminada; lo estético siempre se halla «contaminado» por cierta significación. La relación estética no exige la disociación de forma y significado para que dicha relación se dé propiamente como tal».

Hemos ampliado la significación estética de lo mágico y sagrado a lo simbólico y cultural, porque hoy en día el consumo ha transformado al arte y al diseño, a la industria y al objeto, de tal forma que lo estético tiene una implicación atávica pero diferente. Se ha pasado de aquello que  relacionaba mayor belleza con mayor eficacia mágica, a aquello que relaciona mayor belleza con mayor valor simbólico social. La forma excedente se sigue presentando como aquello añadido a la funcionalidad con fines no utilitarios. Eso sin abordar el tema del arte como mercancía, que amerita otras aproximaciones teóricas.

Teoría de la forma excedente (1)

Cuando el hombre, en su evolución, fue capaz de crear y producir objetos que mejoraran sus condiciones de vida, ropas, utensilios, vasijas, su primera necesidad fue realizarlos de manera que fuesen eficientes y manejables, útiles y funcionales. Pero con el correr del tiempo, una vez resueltos los problemas prácticos, surgió una necesidad de hacerlos más agradables, más representativos, más relevantes en su presentación. Es decir, fueron adquiriendo formas que iban más allá de su simple utilidad. Esta ornamentación es lo que se conoce como «Forma Excedente». 

Quien mejor desarrolla este concepto es el filósofo y profesor mexicano Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011), que en su libro Invitación a la estética (1992), aborda esta idea. Dice que el sentimiento de lo estético surge con la misma conciencia del hombre y su realidad. Lo bello, si bien tiene distintas connotaciones en momentos y lugares diferentes, está siempre presente en el pensamiento humano. Lo «bello» es visto como un adorno necesario que se incorpora al objeto, a la obra o al ritual, para enaltecer el significado implícito de cada actividad, más allá de la practicidad. Dice:

«Existe un conjunto de objetos a los que atribuimos ciertas cualidades específicas y al que llamamos universo estético. En este universo incluimos tanto seres naturales como objetos artificiales, entre los cuales figuran: objetos usuales de la vida cotidiana, productos artesanales o industriales, determinados dispositivos mecánicos o técnicos, y, finalmente, los productos humanos que llamamos obras de arte… No todos los objetos que hoy admitimos como legítimos pobladores de ese universo, fueron siempre reconocidos como tales. En un pasado aún reciente, el mapa de lo estético no incluía, por ejemplo, en su continente artístico, al arte prehispánico. Y ciertos objetos -máquinas o productos industriales- hasta bien avanzado el siglo XIX, eran considerados por su fealdad como la negación misma de lo estético».

Algunos cuestionan este argumento señalando que se apoya en una estética funcionalista, que no considera hechos como el «arte por el arte» o la conversión de los objetos de consumo en símbolos sociales. Pero realmente no se puede negar la existencia de una «forma excedente», que rebasa la función utilitaria de todo objeto creado por el hombre.

Sánchez Vázquez hace también otra afirmación: «La producción que hoy consideramos estética va apareciendo cuando la capacidad humana de producir materialmente algo ideado previamente alcanza un alto nivel, a lo largo de un proceso cuya duración calculan los antropólogos en centenares de miles de años» Se trataría así de dos relaciones con el mundo, de las cuales una de ellas, la estética, surge y se desarrolla en el seno de la otra: la producción material.

El origen de estas formas excedentes pueden asociarse a fenómenos culturales como la religión, la magia o lo simbólico. Lo bello es un adorno necesario, como una forma que potencia la función de un objeto y que además trasciende su utilidad. Un cántaro, por ejemplo, puede diseñarse para que funcione muy bien, pero si además se ornamenta adecuadamente, puede complacer a los dioses y espíritus que cuidan del grupo que consagró tiempo a honrarlos. Esta idea de «Forma excedente» tiene otras implicaciones culturales, como veremos en la siguiente publicación.

Un corto animado en CGI 3D: BIG BOOM

Me gusta publicar videos cortos realizados en CGI (Computer Generated Imagery, imágenes generadas por computadora o por ordenador), porque son siempre un buen ejemplo de estética digital en el ciberespacio. Trato de elegir, además, aquellos cuya trama o temática sea atractiva, jocosa o reflexiva. Este es el caso de BIG BOOM, un corto de animación 3D realizado por el estadounidense Brian Watson, que está en la línea de algunas películas distópicas similares. Aquí, además, se muestra un estilo que, si bien está ambientado en un futuro no muy lejano, recrea una estética de la modernidad de mediados del siglo pasado, que juega como contrapeso a la tecnología robótica que se presenta. Un robot que trabaja en una estación de servicio, se encuentra inesperadamente un una situación rara: no hay seres humanos a quienes atender. Con un final inesperado e inquietante, esta obra fue creada, producida y dirigida por Watson con un equipo de seis asistentes para Lucky Drifter Productions, y en su trabajo utilizó mayormente el software UE4, con algunos retoques en Premiere. El video está en inglés con subtítulos en inglés y dura poco más de 14 minutos. Más datos en YouTube.